Corría el año de 2016, cuando no teníamos idea el uno del otro, eran tiempos de viajes, fiesta y no tanta responsabilidad, al menos para el novio. Cuando una pareja de cupidos, que hoy son parte importante de nuestra familia, tuvieron la idea de que nos conociéramos, y como iba a ser entonces, sino en una fiesta en un bar, algo “casual” para que ninguno de los dos sintiera ningún tipo de presión; no hubo amor a primera vista, ni mariposas, nada hizo notar que ese momento iba a ser el inicio de nuestra historia.

 

Pasaron los años, y el contacto no paso mas de likes en Instagram, uno que otro fueguito por parte del novio, sin lograr un efecto en la novia. Cada uno vivía en lo suyo, conociendo gente, teniendo una que otra relación no duradera, y dedicándonos a nuestros proyectos personales. De vez en vez, el novio viajaba para Miami a visitar a los cupidos, y la novia estaba ahí, esos momentos sirvieron para que pudiéramos hablar una que otra vez, y como dicen casi todas las mujeres, la novia no sabia que el novio le echaba los perros, porque “nunca se dan cuenta”.

 

Llegó la pandemia sobre nuestro planeta a hacer estragos y a sacudir las cosas, creo que fue por eso que la novia se dio cuenta que debía viajar mas, y decidió hacer un viaje de aventuras en la tropical Costa Rica, y se acordó que el novio vivía ahí, y así, en un par de conversaciones, el novio ya tenía un excel con una lista de 4 días con mucha adrenalina, como dicen por ahí: “quédate con el que te haga un excel cuando viajes”. Ese viaje sirvió para que nos conociéramos mejor, entre cataratas, ríos, mares y montaña tuvimos conversaciones profundas, que disfrutamos muchísimo, nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común, por lo que al terminar el viaje, seguimos en contacto con el afán de mantener esa amistad que había nacido entre tanta actividad extrema.

 

Como el novio no podía quedarse quieto, tuvo una fractura de rodilla jugando futbol, no se si providencial o no, pero fue gracias a eso, que la novia se dedicó a llamarlo todos los días, para saber como estaba y darle apoyo en ese momento tan complicado; entonces, las conversaciones siguieron y el cariño aumentó, tanto así que con muletas y todo nos fuimos de concierto en Miami; si, gracias a la ayuda de otro angelito, el novio pudo llegar sin problema; ese día, hubo bienvenida con besos incluidos, ahora si las cosas parecía que iban a tomar un nuevo rumbo.

 

Pasaron un par de meses y la distancia hizo lo suyo, las cosas se enfriaron y lo que parecía que había iniciado se terminó convirtiendo más en una amistad, una que otra visita a Miami mantenía las intenciones, hasta que luego de meses decidimos darnos una oportunidad en serio, y nos dedicamos a pasar un año en el que nos veíamos cada mes y viajábamos juntos.

 

Como los planes de Dios son perfectos, al novio lo reubicaron a USA debido a su trabajo, y ahí estuvo claro que la relación tenía futuro; han sido meses de cambios, de nuevas rutinas, compartir más tiempo juntos y aprender el uno del otro, hasta que, como no podía ser de otra forma: en un viaje a la salvaje África, en una mañana del 11 de Junio, día del cumpleaños de la novia, viendo el amanecer, el novio le hizo la pregunta “Quieres compartir nuestra vida juntos y muchas aventuras más?” que seguida de un “Claro que si!” nos trae a este día que queremos compartir contigo.